martes, 26 de abril de 2011

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Estaba pensando en ti. Pensando en que hace mucho que no te pensaba. Pensando en que pensarte está prohibido. Estaba pensando en el dolor. No en el dolor que tú me has hecho. En la palabra dolor, en general. En todas las veces que alguien me hizo daño. Estaba pensando en la culpa. Estaba buscando culpables. Estaba intentando adivinar de quién fue la culpa la última vez. Quizá tuya, por hacerme daño. Quizá mía, por permitirlo. Quizá del destino por volver a unirnos. Estaba pensando en tus ojos. Y es como si los tuviese delante. Como si pudiese besarte en las mejillas ahora mismo, tocar tus párpados, tu piel. Como si pudiese agarrarte de la muñeca y obligarte a besarme en esta habitación en la que sólo cabemos tú y yo. Estaba pensando en tu voz. Pensando en que ya no recuerdo lo último que pronunciaste. Pensando en que lo no bonito que me contaste aún baila por mi tráquea. Estaba pensando en el olvido. En las obligaciones. En el gran error de mi vida. En tu error conmigo. En todas las cartas que jugué la última vez que estuvimos en la cama. Estaba pensando en lo imposible. En lo nuestro tan utópico. En los finales. En el tren que tenía que coger para visitarte. En cómo volver a meterme dentro de ti. Estaba pensando en el miedo. En esa sensación tan extrema que se apodera de mí cada vez que nos despedimos. Cada vez que hablamos. Estaba pensando en el miedo, cada vez que me prometo olvidarte. En el miedo cada vez que no te tengo cerca. En el miedo cuando soy consciente de que compartimos el mismo cielo. Estaba pensando en volver. Volver a todos aquellos sitios que alguna vez abandoné. Volver a tus sábanas. Volver a ti. O volver a la vida contigo. Estaba pensando en todo eso y ha empezado a llover. Será que te echo de menos. Será que no es fácil vivir sin pensarte.
Será que pensarte es mi forma de olvidarte.